Leo que, según el informe Tecnología & Sociedad en España 2021 del ONTSI (Observatorio de Tecnología y Sociedad – ontsi.es), hemos llegado a casi el 90% de las viviendas en España con una conexión a Internet de banda ancha (con más de 100 Mbps).
Esto, en buena parte, es debido a la amplia oferta de operadoras que ofrecen buenos precios por tener WiFi en casa (por poner un ejemplo, aquí puedes ver las tarifas pepephone)
Además, la evolución ha sido creciente desde que empezó a haber Internet en las casas. Según Statista (statista.com), en 2005 no llegábamos al 30% de los hogares con conexión de banda ancha. En el informe de ONTSI también dicen que actualmente el 83% de los españoles accede diariamente a Internet.
A la luz de estos datos, me atrevo a decir que, al menos en España, el concepto de brecha digital tiene que redefinirse.
La brecha digital, históricamente, se refiere a tener capacidad o no, (capacidad económica o de otro tipo), para acceder a Internet. Cuando el 90% de las viviendas tienen WiFi en casa, podemos pensar que tenemos que hablar en otros términos y hay que buscar las desigualdades en otros motivos. Todos podemos intuir que aún existen muchas barreras. ¿De dónde vienen entonces actualmente las desigualdades?
Un motivo muy importante es la llamada desigualdad por uso o generacional. Es lo que pasa con los abuelos o los padres (o la madre, también hay considerables desigualdades de género) de la familia. En casa tienen WiFi, pero es para los hijos. Ellos solamente pagan y acceden para ver Netflix y usar WhatsApp.
La barrera generacional es muy visible paseando por la calle. En las pocas oficinas bancarias que quedan (en los últimos años han pasado a operar online), se forman colas de gente mayor que solamente quiere actualizar la libreta de ahorros o hacer algún trámite sencillo.
Finalmente, también hay una desigualdad muy importante, que no depende de la edad, que es la desigualdad por calidad de uso. Esta tercera dimensión es la que nos debe preocupar más. Te cuento por qué.
Hay mucha gente, mucha gente joven que supuestamente son nativos digitales, que tiene Internet en casa, accede habitualmente a redes sociales, ve películas, juega online, e incluso hace los trabajos del instituto. Pero, en realidad, estos jóvenes no son realmente capaces de usar Internet con un sentido que les permita obtener beneficios sociales, políticos, culturales, educativos o económicos en el mundo “real”, fuera de la red.
Me refiero a que algunos de estos nativos digitales no saben o no entienden conceptos básicos de ciberseguridad, empezando por la gestión de las propias contraseñas, o proteger la privacidad y la identidad digital. Tampoco saben distinguir las noticias falsas de las verdaderas, o cómo no ser víctimas de estafas por Internet (phishing), o cómo comprar por Internet con tranquilidad, etc. Son conceptos o prácticas que van más allá del mero uso o consumo de los servicios de Internet.
Y eso pasa porque el concepto de nativos digitales es erróneo. Por el mero hecho de haber nacido rodeado de tecnología, no se aprende “automáticamente”. Esta fractura de la calidad de uso es realmente importante y solamente se arregla con capacitación en competencias digitales.